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Recordar algo de lo ocurrido en 1995 ayuda a establecer este punto. En aquel año, la presencia de los servicios financieros en el PIB alcanzó un récord histórico debido a que se contabilizaron cantidades inusuales de actividad de los intermediarios financieros: factorajes, actividades de cobranza, arrendamientos cuando había imposibilidad de continuar los créditos tradicionales, etc. Bajo una perspectiva de largo plazo, el período por el que actualmente transitamos está en medio de lo que será una tendencia alcista de esa participación de los servicios financieros en el PIB iniciada a partir de 2001 y que se podrá extender por algunos años más, como ya lo hizo en el pasado. Afortunadamente, ahora son factores ligados a la salud financiera y la profundización del propio sistema financiero los que le dan viabilidad a esa perspectiva. Los temas estrictamente institucionales son, y deben ser, cada vez menos frecuentes, toda vez que el desempeño de la banca se relaciona cada vez más con su propia eficiencia operativa y financiera, y es menos dependiente del entorno legal. Esto no es debido a que por sí mismo el tema carezca de importancia, sino porque se han ido superado progresivamente los diversos obstáculos que impedían un desempeño más fluido de la banca. Así lo hemos mencionado anteriormente en este espacio. No obstante, en este anuario un tema institucional sobresale por su trascendencia. Es lo que podría (debería) llamarse, “la última auditoría”. Se han hecho finalmente efectivos los pagarés Fobaproa que tanta polémica han suscitado desde su creación. Los resultados –hablaremos de los detalles más adelante- indican un esfuerzo adicional de los involucrados para reducir aún más el costo fiscal del rescate bancario iniciado en 1995, lo que no es un hecho menor. El panorama económico presenta, por sí solo, una lectura difícil. Por un lado, observamos para 2005 un menor crecimiento esperado que el observado en 2004 (4.4% contra tal vez 3.5%), en razón de ciertos indicios de desaceleración que vienen presentándose. Pero al mismo tiempo, se trata de un ritmo de crecimiento suficiente para hacer expandir el PIB per cápita, aunque tal vez no a la velocidad que se quisiera. Por otro lado, siendo México un país exportador de petróleo, la presencia de elevados precios del crudo nos presenta impactos divididos: nos beneficia tanto en lo comercial -por la exportación- como en las finanzas públicas -por los ingresos fiscales-, pero también representa uno de los principales factores de riesgo. Quita fuerza al ciclo de crecimiento a nivel internacional y del cual dependemos en gran medida, pero además, paradójicamente, también nos eleva costos de producción por nuestra dependencia a diversos tipos de energéticos que no producimos. El presente anuario hará referencia mayormente a los acontecimientos ocurridos durante el segundo semestre de 2004 y la primera mitad de 2005. No obstante, igual que en otras ocasiones, las referencias históricas serán frecuentes, pues nos ayudarán a apuntar algunas tendencias y además servirán como contexto para entender mejor las cifras más recientes. |